jueves, 13 de septiembre de 2012

¿Tareas si o tareas no?


Por Sara Justo, maestra Waldorf


El tema de las tareas que los niños traen de la escuela da mucho que hablar y ha suscitado diversas protestas en varias ciudades de Europa, e incluso un movimiento anti-tareas en Francia.

Un gran número de maestros opina que la cantidad de contenidos que se enseña hoy en día es mucho mayor que antaño, y la capacidad de concentración de los niños ha disminuido significativamente. Cuando no mandan tareas para ejercitar lo aprendido en casa, gran parte de los niños no llega a asimilar los contenidos. El problema surge cuando estas tareas son monótonas, repetitivas y sobrecargan al niño, privándole de un valioso tiempo de relación social y juego y produciendo el efecto adverso del que se quiere conseguir. El niño al día siguiente está más cansado y desmotivado, sin ganas de aprender, y en vez de facilitar la asimilación de contenidos, provoca rechazo hacia el aprendizaje y la escuela.


Cuando a los niños se les permite jugar y descansar lo suficiente, olvidan lo aprendido para recordarlo más tarde y así fijarlo en su memoria. Este proceso de olvidar y recordar hace que los aprendizajes sean duraderos y se integren de forma mucho más significativa. Es decir, cunde mucho más tener un par de horas de descanso y una hora de tareas que tres horas seguidas de tareas. Eso sí, esa hora de tareas tiene que ser de gran calidad, en un lugar limpio y ordenado, ya designado para realizar las tareas, a ser posible a la misma hora y con la posibilidad de consultar y preguntar a los padres en caso de necesidad.

Siento que hay que observar cuidadosamente qué necesitan los niños. Algunos necesitan tareas específicas de forma individual, que no toda la clase necesita. En otros casos es muy interesante proponer proyectos a realizar en compañía de los padres o por su cuenta, eligiendo el tema según el interés del niño, despertando su motivación por la investigación y el trabajo personal.

Para que cumplan su función, las tareas no pueden ser aburridas, no pueden ser una carga que se hace sin ganas, si no un proceso de investigación creativo que el niño siente como una necesidad, que nace de la curiosidad del niño por el mundo. Y es tarea del maestro encender esta curiosidad mediante tareas que realmente estén diseñadas pensando en los niños. Deben ser preguntas que despierten la curiosidad de los niños de tal modo que quieran encontrar ellos mismos, por un cierto orgullo y curiosidad, las repuestas y soluciones.

Las tareas crean un espacio de relación entre los padres, los niños y la escuela, que une los esfuerzos de todos en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Si se crea un espacio físico y temporal relajado, donde los padres están disponibles para despejar dudas y se dispone del tiempo suficiente para realizar las tareas sin estrés, estaremos ayudando al niño a desarrollar su fuerza de voluntad y su interés por el mundo.

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